Evaluando la evaluación docente
Mi
primera intuición fue buscar las rúbricas y tablas con las que se evalúa. Ahí
fue mi primera sorpresa: no existía ninguna rúbrica que categorizara mi
desempeño.
Al
egresar de Ingeniería Civil en la UC postulé a Enseña Chile para ejercer dos
años como profesor en un colegio vulnerable. Fui asignado en el Centro
Educacional Valle Hermoso, colegio municipal de Peñalolén. Después de dos años,
y gracias al trabajo conjunto con muchos otros profesores, mi curso jefatura
obtuvo los dos mejores puntajes PSU municipales de la comuna.
Tres
de mis alumnos están actualmente becados 100% por la U. de Chile, USACH y UNAB
y el promedio PSU del curso estuvo 65 puntos por sobre el promedio PSU del
colegio el año anterior.
De
de las muchas responsabilidades que tuve que asumir como profesor, quiero
compartir mi experiencia con la evaluación docente. Mi primera intuición fue
buscar las rúbricas y tablas con las que se evalúa. Ahí fue mi primera
sorpresa: no existía ninguna rúbrica que categorizara mi desempeño. No pude
saber cuáles eran los indicadores más importantes ni cómo iban a medir la
presencia de ellos en mi evaluación. Por lo tanto, yo no podría hacer ninguna
evaluación previa de mi mismo ni podría saber si cumplía o no con lo que la
evaluación esperaba.
Me
aplicaron la “entrevista por un evaluador par”. La directora -mi
evaluadora- leyó la primera pregunta y luego guardó silencio durante más de
diez minutos mientras oía y anotaba mi respuesta. Con las siguientes cinco
preguntas se repitió la misma dinámica. Por otra evaluadora par supe que para
evaluarme buscan los conceptos textuales de respuesta esperada pedidos a nivel
central. El evaluador no tiene espacio para aplicar su criterio personal y “entrevista
par” no es más que otra forma de evaluar de manera central.
Y
esto se puso peor. Recibí los resultados y obtuve el mismo nivel con el cual me
autoevalué: competente. Sin embargo, los aspectos a mejorar no concordaban en
casi nada con las conclusiones que había sacado mi tutora de Enseña Chile
(profesora con 17 años de experiencia) que durante dos años fue a ver mis
clases cada dos o tres semanas. Me criticaban, por ejemplo, que no manejaba los
conceptos centrales de la unidad (matemáticas).
Lo
que resulta curioso, primero, porque soy ingeniero y he recibido capacitación
docente por Enseña Chile y segundo, porque los estudiantes de mi jefatura
subieron más de 80 puntos en la PSU de matemáticas en promedio respecto a ellos
mismos a inicio de año. También se me cuestionó la capacidad de motivar a mis
estudiantes, cuando en plena toma fueron ellos los que me pidieron continuar
con las clases de preparación de la PSU y hablaron con el encargado de la
municipalidad para que nos prestaran un colegio para hacer clases.
En
ningún aspecto de la evaluación se midió si mis alumnos estaban o no aprendiendo.
La actual evaluación docente no es capaz de distinguir un profesor que logra
resultados con sus estudiantes de uno que no. Tampoco se vio nunca
presencialmente una de mis clases completa.
Después
de esta experiencia, me siento parte del grupo de profesores que no se quieren
evaluar con los mecanismos que existen hoy. Me di cuenta que muchos profesores
no se oponen a una evaluación, sino que se oponen a una evaluación poco
transparente, poco personalizada, donde los que evalúan no asisten a ninguna
clase y ni siquiera han preguntado o analizado los resultados de los
estudiantes.
La
buena noticia es que la nueva ley docente cambia un poco la figura y empodera a
los directores, quienes serán los encargados de evaluar a sus profesores
basándose en el conocimiento que tienen de su desempeño. Estoy seguro que si la
directora de mi ex colegio me hubiese evaluado, habría sido mucho más efectivo
para mejorar mi desempeño futuro en el aula.